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Los machismos sútiles: cómo pervive el patriarcado

Los machismos sútiles: cómo pervive el patriarcado

 

Reportaje

Ana Iborra

 

Los chistes delatan cómo es el sentido del humor de la gente pero también manifiestan los prejuicios y miedos más arraigados de una determinada sociedad. La misogínia es uno de ellos, un ejemplo: “¿Qué hace una mujer fuera de la cocina? Esperar que se seque el piso” O este otro: “Cuántas veces se ríe una mujer con un chiste? Tres. Una cuando se lo cuentan. Otra cuando se lo explican. Y una última cuando lo entiende.” No son de los fuertes. ¿Le han hecho gracia? Puede que el siguiente no tanto: “Cada vez que veo esa cara y esos morritos, pienso lo mismo. Pero no lo voy a decir”.

Estas palabras salieron de la boca de Javier León de la Riva, alcalde de Valladolid a día de hoy. Los tres comentarios reflejan tres aspectos de la visión de la mujer que tiene el pensamiento machista: que sólo sirven en su rol de madre y cuidadoras, que son tontas y que son un mero objeto sexual. Las declaraciones de León de la Riva fueron hace a penas unos meses, en pleno siglo XXI, en un país en el que mucha gente considera que la igualdad de la mujer ya ha sido conseguida.

 

Amparo Rubiales: “El neomachismo busca confundir y equiparar machismo con feminismo”

 

Los datos del patriarcado

 

Los datos son claros y demuestran que no, que el machismo pervive. La brecha salarial entre hombre y mujeres en Europa es de un 17’7% y en España aumenta hasta un 26 %. Las mujeres dedican a las tareas domésticas 3 horas y media diarias; los hombres, 41 minutos. Las mujeres dedican al cuidado de los hijos cuatro horas diarias; los hombres, dos. El 50% de las mujeres se dedican al cuidado de personas mayores de forma gratuita.

La industria cosmética factura cientos de miles de millones al año por “ayudar” a las mujeres a alcanzar un ideal de belleza a costa de pagar un precio altísimo (de forma metafórica y literal). No en vano, el 80% de sus productos van destinados a un target femenino. Las organizaciones feministas consideran este dato una prueba más del machismo imperante que vivimos porque el mensaje ímplicito que transmite es que la mujer no tiene valor en si misma y que tan sólo vale en tanto que es deseada por un hombre.

 

El discurso neomachista

 

Hasta hace muy poco, una mujer iba a una comisaría de polícia diciendo que el marido le había pegado y se le respondía: “Algo habrás hecho”. Hoy, esos mismos maltratos son notícia en el telediario y el tratamiento que se les da es el de lacra social. Antes,  los que defendían los valores de la sociedad patriarcal, eran calificados de machistas. Ahora está mal visto que se pegue a una mujer o que se considere que su lugar natural es la cocina, pero los miedos a la igualdad de género de muchos hombres y mujeres han buscado otras vías para manifestarse. Según la Secretaria de Estado, Amparo Rubiales, estas nuevas vías son las que se han venido a llamar neomachismo: “son los argumentos aparentemente razonables que, dicen, no cuestionan la igualdad sino el ejercicio de la misma.”

Por ejemplo, este discurso neomachista “busca confundir y equiparar el feminismo con el machismo”. Reyes, una activista de la Casa de la Dona de Valencia, nos rebate este argumento: “el concepto “feminista” se ha ido degradando porque la gente ha ido asimilando que el machismo es algo ya superado y, por tanto, ser feminista hoy en día es estar en contra de no se sabe qué. Pero el machismo aún existe y la historia del feminismo siempre ha buscado la transformación social en el sentido de hacer más visible a las mujeres” De hecho,  Reyes argumenta que el contrario real de machista no sería “feminista” sino “hembrista”.

 

Ponerse las “gafas de género”

 

La catedrática de derecho civil, Rosario Valpuesta, dice que es necesario “ponerse las gafas de género” para revisar los micromachismos de la vida cotidiana que pueden pasar desapercibidos.  Advertencia: según Rosario, una vez te las pones no dejarás de ver manifestaciones del patriarcado allá donde vayas.

Uno de los micromachismos más visibles son los de nula responsabilización en las tareas domésticas. Forman parte de él comentarios tipo: “Yo sí que ayudo en casa. Pongo y quito la mesa siempre”. La colaboración masculina en las tareas del hogar es casi testimonial. Es lo que los expertos y expertas llaman pseudoimplicación.

Por otra parte, el 69’2% de los hombres no asume en casa ningún tipo de tarea doméstica. Esta es la tradicional No-implicación que se ha transmitido hasta hoy. Y la excusa de que “ella no trabaja fuera de casa” no sirve porque, según el mismo informe del Ministerio de Asuntos Sociales, en el caso de que la mujer trabaje y el hombre no, el 49’2 % de las féminas siguen ocupándose en solitario de las tareas de casa. Las excusas más esgrimidas por los varones son: “Estoy cansado” (estrategia: dar lástima) o “Ya lo haré mañana” (estrategia: pedir tiempo).

 

Según la directora del Instituto de Terapia de Reencuentro, Fina Sanz, este tipo de comportamientos en hombres que han asumido intelectualmente la igualdad de la mujer, se deben, más que a un machismo consciente, a una respuesta inconsciente ante la presión social machista, que considera este tipo de tareas “poco masculinas”. Por ejemplo, puede que algún hombre se digne a cocinar algún día, a llevar a los niños al parque o a ordenar el salón; pero en muy pocos casos asumirán tareas como la limpieza de los baños. Esto se llama implicación ventajosa.

 

También son frecuentes en la convivencia la impericia o el olvido selectivo. Jorge confesó a un amigo suyo que hacía mal todas las tareas domésticas que le mandaba su mujer a propósito para que así ella dejara de pedírselas: si fregaba, rompía un plato; si planchaba, quemaba una camisa; si hacía la cama, la dejaba arrugada y así un largo etcétera. A Asun, de 45 años, le hacía ilusión aprender inglés y se apuntó a la Escuela Oficial de Idiomas de su ciudad, su marido, en lugar de apoyarla, la desanimó espetando: “Tú ya estás muy mayor para estudiar”. Quizá tuviera algo que ver con la postura del marido el hecho de que las clases de inglés de Asun le supondrían no tener a la cena hecha.

De este tipo de casos podemos encontrar fácilmente en la mayoría de las casas. En estos casos las expertas en género recomiendan que las mujeres empiecen a exigir ayuda por parte de su cónyuge, hijos e hijas en casa. Por desgracia, como nos cuenta Reyes, de la Casa de la Dona: “muchas veces este tipo de exigencias a la pareja crean tantos conflictos que al final solucionas la papeleta del micromachismo contratando a una mujer que te limpie, una mujer que está en peores condiciones que tú y al final las mujeres “emancipadas” utilizan a las otras mujeres para seguir viviendo en su “burbuja” de la igualdad”. Muchos hombres, ante la exigencia de ayuda por parte de sus conyuges, recurren al victimismo: “es que tú lo has hecho todo siempre, me has acostumbrado a eso, ahora no me quieras cambiar”.

 

Entre el suelo pegajoso y el techo de cristal

 

Reyes destaca otro micromachismo de una institución progresista para demostrar que el patriarcado sigue calando los huesos de nuestra sociedad. Los mismos sindicatos caen en el machismo al considerar que una limpiadora puede estar bien con el mismo régimen de autónomo que un fontanero, ya que: “La limpiadora cobra de 7 a 10 la hora, mientras que el fontanero te arregla un tubería y te pide 100 euros, así una mujer, si tiene pocas casas, no puede pagarse ni la seguridad social y eso significa no cobrar ni un duro cuando te pones mala o no tener derecho a pensión. En esas condiciones, lo más seguro es que trabaje en negro.”

 

 Este tipo de situaciones son las que se suelen conocer como “suelo pegajoso”. Este concepto define a la agrupación de fuerzas que mantienen a tantas mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica. El concepto opuesto al “suelo pegajoso” corresponde al llamado “techo de cristal” que según la la doctora de Psicología Clínica, Mabel Burín, se define como “una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que nos impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que, por su invisibilidad, son difíciles de detectar”. Este techo no es un invento de las feministas, las estadísticas lo confirman:

 

Según cifras de un estudio de la OIT (“Breaking the glass ceiling: Women in management” de Linda Wirth) presentado en mayo de 2001 se observó:

  • Que las mujeres sólo desempeñan del 1 al 3 por ciento de los máximos puestos ejecutivos en las mayores empresas del mundo.
  • Que sólo 8 paises tienen como jefa de estado una mujer.
  • Que las mujeres constituyen el 13 por ciento de los parlamentarios del mundo; y 21 países cuentan con una mujer desempeñando la vicepresidencia o segunda magistratura del Estado.
  • Que, aunque las mujeres representan casi el 40 por ciento de los miembros de las organizaciones sindicales, sólo son mujeres el 1 por ciento de los dirigentes de los sindicatos.
  • Que el “diferencial salarial” llega a ser de un 10 a un 30 porciento en detrimento de las mujeres, incluso en los paises que están más avanzados en términos de igualdad de género.
  • Que las mujeres trabajan más que los hombres en casi todos Los países y que son ellas quienes siguen realizando la mayor parte del trabajo no retribuido.

Los micromachismos en las relaciones

 

Los síntomas de la no curada enfermedad del machismo se manifiestan claramente en el seno de las relaciones afectivas entre mujeres y hombres. Estefanía siempre se enfada cuando su pareja, Pepe, le advierte contra peligros ignotos en situaciones normales: “No me gusta que vayas de compras sola”. Este tipo de paternalismo encubre el mensaje de que la mujer sola está indefensa y es incapaz de solucionar conflictos.

En muchas ocasiones es al revés y el hombre acaba por esperar de la mujer comportamientos más propios de una madre que de una pareja. El hombre exige que la mujer esté ahí para todo lo que él necesite, como le ocurría a Patri con su novio Cristian. Este, se enfadaba cuando ella prefería hacer otras cosas antes que estar con él: estudiar, ir a piano, bailar…según él, cuando se está en pareja la prioridad debe ser la otra persona.

Cualquier manual de psicología deja claro que este tipo de creencias son las que fomentan relaciones dependientes e insanas. Este tipo de parejas creen que el otro es el responsable de su felicidad y no comprenden que para hacer feliz al otro primero hay que ser feliz independientemente de la otra persona. Es una cuestión de economía: no se puede dar lo que no se tiene.

Otro ejemplo de micromachismo es cuando el hombre responsabiliza a la mujer de cosas que no le corresponden. Juan reprochó a María que no le recordara la fecha de su examen de acceso a la universidad. Culpabilizó a su pareja de su descuido.

La típica estampa, tan española, de ver a los hombres sentados en la barra del bar desde que salen de trabajar hasta la hora de cenar es otro tipo de machismo: este tipo de comportamiento continuado implica una negación de la intimidad con la mujer, que se ve con el anillo de casada pero sola en casa y con mucho trabajo doméstico por hacer.

 

La sexualidad masculina

 

En el ámbito sexual la igualdad todavía no está muy entendida y los patrones machistas abundan. La visión del sexo es esencialmente masculina, incluso en los manuales científicos de sexología, según Fina Sanz. Es habitual en las consultas de sexología encontrar a mujeres que llevan a cabo prácticas sexuales que en realidad no les gustan, fingen orgasmos por miedo a perder a su pareja o que se creen con la obligación de satisfacer sexualmente al otro siempre que se les pida. Sigue corriendo el desfasado mito entre las mujeres de que “es que lo necesitan”, como si las mujeres no fueramos también seres sexuados y sexuales.

 

La sexualidad femenina sigue siendo un misterio para muchas mujeres y circulan por la sociedad muchas mentiras, prejuicios y tabús que reafirman una sexualidad patriarcal. Uno de los grandes tabús es la masturbación femenina, más mal vista que la masculina. ¿Por qué peor vista? Porque para el patriarcado no está bien que la mujer no necesite a nadie (o sea, al miembro viril del hombre) para darse placer. Este pensamiento le niega a la mujer el derecho a darse placer ella misma, ya que el machismo prefiere que el placer de la mujer depende del hombre. Al respecto de la sexualidad femenina, la prestigiosa psicoterapeuta y sexóloga Fina Sanz, nos ofrece algunas reflexiones.

 

Fina Sanz: “La liberación de los sexos no pasa por el número de coitos”

 

Muchas feministas se quejan de la visión que da el porno de la mujer. Fina Sanz considera que el porno es simple “fantasía masculina”, una fantasía que vista a edades en las que no se distingue muy bien la fantasía de la realidad puede “deformar mucho la idea de los hombres de lo que las mujeres están dispuestas a hacer”

 

Fina Sanz ha estudiado los diferentes psicoerotismos del hombre y de la mujer y ha creado para explicarlos los conceptos de “genitalidad” y “globalidad”. Esto significa que a los hombres les excita más todo lo genital mientras que las mujeres suelen disfrutar más con un beso, una caricia, un masaje, el ambiente en que se da el encuentro… Hombres y mujeres pueden disfrutar de la genitalidad y la globalidad por igual pero la escasa educación sexual, los prejuicios y el predominio de la genitalidad en las relaciones sexuales hace que ambos sexos se pierdan todo un abanico de posibilidades a la hora de explorar su sexualidad.

Respeto al actual, “aquí te pillo, aquí te mato” que ha venido junto con la liberación sexual, Fina Sanz considera que la liberación sexual ha sido mal entendida pues: “Todo es estupendo si las dos personas lo desean así, no importa que alguna vez ese tipo de relación te pueda ocurrir en tu vida, pero que esto sea la norma expresa la dificultad que uno tiene para establer relaciones estrechas”

Para la sexóloga, por tanto, esa idea que se intenta vender a  las mujeres de que “cuanto más follas, más libre eres” es falsa pues “la liberación de los sexos no pasa por el número de coitos sino por la toma de contacto con una misma de las responsabilidades de su cuerpo, el decidir con quien relacionarse y de que manera, y eso ocurre cuando la mujer se siente autónoma y se comunica en plano de igualdad; pero no cuando mimetiza modelos que han sido tradicionalmente  masculinos como el ‘nos vemos, follamos y ya’” O para resumirlo con un “chiste” del reputado Oscar Wilde: “La única manera en que un hombre debe comportarse con una mujer es: haciendo el amor con ella, si es bonita, o con otra, si es fea”

1 comentario

esther reyero -

me ha gustado mucho lo linco en mi facebook. gracias